Hace unos días estuve con un compañero de colegio hablando
sobre las dificultades que los alumnos tenían con respecto al aprendizaje de la
ortografía en el área de Lengua. Después de varios minutos, ambos coincidimos
en que tanto los dictados como copiar textos eran dos estrategias muy válida
para aprender a escribir correctamente. En un momento determinado, mi compañero
me comentó que después de realizar los dictados, les pedía a sus alumnos que se
intercambiasen las libretas con el compañero de al lado y que sacaran el libro
de texto para corregir. Le comenté que eso podía resultar muy motivador para
los alumnos, pero que yo les pedía que cada cual se corrigiese su propio texto.
Mi compañero me confesó que aquello no lo hacía porque fuese motivador, sino
porque sabía que si cada uno se corregía su propio texto no serían sinceros con
el número de faltas cometidas, y dirían que tenían menos faltas de las que en
realidad tenían.
A lo largo de nuestra labor diaria, en infinidad de
ocasiones anteponemos la desconfianza al aprendizaje. Así, muchos de nosotros intentamos vigilar a
nuestros alumnos para que no nos engañen antes que preocuparnos de que
aprendan. Puede que ante un dictado, un alumno prefiera decir que ha cometido
cinco faltas antes que reconocer que ha cometido veinte, pero lo importante no
son las faltas cometidas, sino que dentro de un mes cometa menos. En eso radica
el verdadero aprendizaje.
Para concienciar a los alumnos sobre la importancia de
aprender, tenemos que trasmitirles las
siguientes premisas:
- No somos vigilantes: hay que trasmitir a los alumnos que los profesores no somos vigilantes, somos guías. Sus mentiras o engaños no van destinados a nosotros, sino a ellos mismos.
- El aprendizaje es individual: debemos hacer entender a los alumnos que ellos son los responsables de sus propios aprendizajes. Los docentes somos los encargados de poner esos aprendizajes al alcance de los alumnos y facilitarles su adquisición, pero quienes tienen que recogerlos son ellos. Una aprende para sí mismo, no para los demás. En eso radica la automotivación.
- Errar no es un error: errar es la base de cualquier aprendizaje. El aprendizaje no deja de ser un cúmulo de errores que terminan en un acierto. Errar no supone una vergüenza. Por eso, no debemos estigmatizar a los alumnos por los errores cometidos, sino que debemos trasmitirles que deben tomar ese error como base para mejorar.
- Todos tenemos nuestros puntos de partida: cada uno de nosotros tenemos nuestros propios ritmos de aprendizaje y nuestra base de conocimientos. Atender a la individualidad es atender a esa realidad. Debemos valorar en cada uno de nuestros alumnos su avance o su evolución, no marcar una meta fija a la que deben llegar todos y en el mismo momento. Por ello, no debemos caer en la comparativa.
Si trasmitimos confianza recibiremos confianza. Solo educando en la responsabilidad conseguiremos que nuestros alumnos se responsabilicen.
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