La evaluación y el tiempo: La ley del conejo veloz

Ahora que están tan de moda las evaluaciones de diagnóstico y las evaluaciones externas, voy a tratar uno de los problemas de estructura de las evaluaciones: el tiempo. Aunque suene extraño, el tiempo es uno de los mayores problemas a los que deben enfrentarse los alumnos a diario; desde las tareas -que deben realizarse en un tiempo determinado- hasta los exámenes -los cuáles también tienen  un tiempo de duración-, pasando por las etapas evolutivas -ya que todos los alumnos deben alcanzar los mismos conocimientos en el mismo tiempo-.

Comenzaré hablando de mi experiencia personal. Cuando yo era estudiante era lo que podía denominarse un fracasado escolar. En mi boletín de notas lo único que sobresalía era el color rojo. Una de las causas de tanto suspenso era que mis cualidades no tenían cabida en aquel sistema educativo. Ganaba premios de pintura y dibujo externos al centro pero en el colegio me ponían suficiente en el área de Dibujo. Tocaba el piano con un grupo, pero en Música me ponían suficiente en el instituto. Jugaba en primera división de fútbol juvenil, ganaba carreras, pero en la asignatura de Educación Física me ponían suficiente. Como mis notas eran muy bajas en Lengua, Matemáticas, Geografía, Sociales, Latín, Física, Química, etc., etc., las otras asignaturas -quizá por contagio curricular- también se veían menguadas. Pero de esto, de lo que valora la escuela, hablaré en otro post.

Otra de las causas de mi fracaso escolar era el tiempo. Durante mi infancia y mi juventud yo sufrí una maravillosa inmadurez que me hacía llegar tarde a todo: a los sitios y a los aprendizajes. Era inmaduro hasta decir basta. Me podía quedar horas y horas sentado en el aula pensando en mis cosas, divagando mentalmente, sin atender a lo que el profesor decía en clase -actualmente también me sucede en muchos actos y charlas-. Como era de esperar, mis notas eran pésimas. Yo alcanzaba en 3º lo que debería haber aprendido en 2º, y alcanzaba en 6º lo que debería haber aprendido en 5º. Sin embargo, un día, cuando todos los aprendizajes que estaban dormidos en mi mente comenzaron a despertar en mí, todo eso cambió, y en la universidad me convertí en un alumno destacado.



Uno aprende a lo largo de la vida. Es lógico que los docentes tengamos que conocer el momento de aprendizaje en el que se encuentran nuestros alumnos. Es, sin duda, una información muy valiosa, pero no determinante. En este sentido, las evaluaciones son necesarias. Pero determinar que los aprendizajes de un alumno deben tenerse adquiridos el día 10 de junio de 2015 a las 14:00 horas -que es cuando ponemos las notas- va en contra todas las leyes básicas del aprendizaje. Comprendo que exista un momento determinado en que un alumno -ya sea en un instituto o en la universidad o en un máster- deba demostrar sus conocimientos para conseguir una determinada titulación, pero dicha demostración no debe ser determinante en la Educación Primaria ni parte de la Secundaria. El que llega antes a un aprendizaje no significa que llegue mejor ni, desde luego, que vaya a alcanzar el primero la meta. 


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