En los últimos años, están proliferando en la prensa titulares correspondientes a entrevistas a supuestos expertos en educación que dicen que “aprender matemáticas no sirve de nada si no tienes empatía”, “aprender a multiplicar es menos importante que saber gestionar los sentimientos”, “es mejor saber de emociones que aprenderse los ríos”, “no hace falta enseñar conocimientos porque ya existe Google” y cosas espeluznantes por el estilo. Pues bien; llegados a este punto de locura colectiva donde parece que hay que destrozar toda la educación clásica para introducir un currículo puramente sentimental, yo –al estilo de un vendedor de Nespresso- le preguntaría a estos expertos: “Really George?” (¿En serio, Jorgito?).
¿De verdad que ustedes preferirían un arquitecto que le dé muchos abrazos pero que no sepa de matemáticas ni de ángulos y se le caiga la casa encima? ¿De verdad que ustedes preferirían a un anestesista con una empatía como la Argentina de grande pero que no sepa multiplicar y le meta una dosis que le deje en la camilla de operaciones para toda la vida (o la muerte)? ¿De verdad? ¿De verdad? Pues, entonces, bravo por ustedes, pero yo, no: las emociones son importantes, pero las matemáticas también.
¿De verdad que ustedes preferirían un arquitecto que le dé muchos abrazos pero que no sepa de matemáticas ni de ángulos y se le caiga la casa encima? ¿De verdad que ustedes preferirían a un anestesista con una empatía como la Argentina de grande pero que no sepa multiplicar y le meta una dosis que le deje en la camilla de operaciones para toda la vida (o la muerte)? ¿De verdad? ¿De verdad? Pues, entonces, bravo por ustedes, pero yo, no: las emociones son importantes, pero las matemáticas también.
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