Anteponer la finalización de la tarea al aprendizaje

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Hace ya bastantes años, en mis inicios como maestro, contemplé una escena que me dejó perplejo. Fue una escena que luego he visto repetida en infinidad de ocasiones y que siempre termina por perturbarme. Ese día me encontraba dando apoyo a alumnos de Educación Infantil de 4 años. La profesora empezó a repartir una ficha. Se trataba de una cartulina con los dibujos de diversas frutas de otoño para que los niños la coloreasen. A medida que los alumnos iban terminando la tarea, la maestra les iba diciendo que la guardasen en sus respectivas carpetas y que se pusiesen a jugar en el rincón de los juguetes. A los veinte minutos de iniciar la ficha, sonó la sirena que anunciaba el comienzo de la hora del recreo. Entonces, los alumnos comenzaron a levantarse alborotadamente y a enseñarle a la maestra el trabajo que habían realizado para poder salir así al tan esperado y deseado recreo. Ante la urgencia de los alumnos por salir al patio, la mayoría de las fichas que ele entregaban estaban coloreadas apresuradamente, y muchas de ellas casi en blanco. La maestra miraba las fichas por encima y les decía a cada uno de los alumnos que las fuesen guardando en sus respectivas carpetas para coger luego el bocadillo y salir al recreo. En ese momento me di cuenta de que lo importante en aquel escenario no era aprender, sino acabar. Es decir; el final de la tarea no la determinaba la calidad del producto ni el resultado final, sino la sirena del recreo o, en su defecto, el cambio de clase. Este tipo de actitudes no son exclusivas de Educación Infantil sino que son frecuentes también tanto en Educación Primaria como en Secundaria.
En una ocasión tuve un alumno en sexto de Educación Primaria que me entregaba todos los exámenes a medio hacer. Era un alumno que, a simple vista, parecía tener dificultades para aprender, ya que en el curso anterior había coleccionado un suspenso tras otro. En la primera reunión con sus padres, estos me informaron de que le costaba mucho estudiar y que siempre terminaba los cursos con unas cuantas asignaturas suspensas. Un día, tras finalizar la sesión, comencé a recoger mesa por mesa cada uno de los exámenes que los alumnos acababan de realizar. Al llegar a su altura, comprobé que –como en todas las ocasiones anteriores- su examen estaba sin terminar, con la mitad de las preguntas sin contestar y otras tantas a medio responder. Le pregunté entonces si se sabía las respuestas. Ante mi sorpresa, me respondió que sí. Respiré profundamente y –como comenzaba la hora del recreo- le dije que lo terminase. Media hora después –ya con el sonido de la sirena- el alumno me entregó el examen. Lógicamente, por pura curiosidad, lo primero que hice en cuanto se sentó de nuevo en su asiento para coger su almuerzo fue revisar por encima el examen que me había entregado. Como la primera pregunta estaba correcta, comencé a corregir las siguientes. Sumé los puntos de cada pregunta y tenía un 9. Me di cuenta entonces de que –de algún modo- yo estaba fomentando una forma de aprendizaje donde en un examen lo importante no era demostrar los conocimientos adquiridos, sino demostrarlos en un tiempo determinado, aspecto que ya me resultaba desagradable cuando yo mismo era estudiante.
Este alumno terminó sexto de Educación Primaria con buenas notas. Sin embargo, tanto sus padres como él mismo tenían la impresión de que aquello era un espejismo, incluso de que aquellas notas no eran merecidas. Siete años más tarde, me lo encontré por la calle. Después de saludarnos efusivamente, le pregunté qué hacía. Había abandonado los estudios y estaba trabajando en una empresa de construcción. Tenía tan interiorizado que no valía para estudiar que esperó a cumplir la edad establecida para salir del instituto.
Lógicamente, en multitud de ocasiones podemos diseñar actividades de largo plazo con una fecha tope de entrega. Es un modo de acostumbrar a los alumnos a auto-organizarse y responsabilizarse. Pero, con excesiva frecuencia, a lo largo de la rutina diaria anteponemos la finalización de una tarea -aunque esté mal realizada o no haya sido adquirida- al propio aprendizaje, sin respetar los ritmos individuales , porque lo importante es pasar ya a otra tarea. Un error que debemos desterrar.

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